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21.07.2017

Clarin | Recuperan los Ateliers de Antonio Bonet en el Microcentro porteño

Por Berto González Montaner

Eran para artistas. Los diseñó el arquitecto catalán en 1938, cuando solo tenía 26 años y ya había trabajado con arquitectos famosos como José Luis Sert y Le Corbusier.

No creo que muchos hayan reparado en la esquina de Paraguay y Suipacha. Es que a veces nos acostumbramos tanto a algunas cosas que terminan pasando desapercibidas. Con los edificios pasa lo mismo; ejemplos sobran y es una pena, porque nos perdemos de disfrutar de algunos encantos de la ciudad. También es cierto que una cosa son los edificios antiguos y otra los modernos, que muchas veces necesitan, como sucede con el arte moderno o contemporáneo, de alguna guía para decodificarlos.

Vamos al caso. En esta esquina apretada de Buenos Aires, en el año 1938, el arquitecto catalán Antonio Bonet, con tan solo 26 años, tiró una bomba arquitectónica. Una construcción hecha de ladrillos de vidrio, de coloridas chapas metálicas, hierro y corcho, al lado de los grises edificios de una ciudad que como cuenta Eduardo Leston, director de Arquitectura de la Universidad de Palermo, era un tanto ingenua, cuidada en sus modales y contenida en su expresión material. El programa funcional también era novedoso: unos ateliers para artistas que además fueron el primer domicilio del famoso sillón BKF.

El caso es que, como reclamó insistentemente la arquitecta Angélica Campi, esta joya de la arquitectura moderna estaba en alarmante estado de deterioro. La buena noticia es que ahora la Dirección de Regeneración Urbana la incluyó en el Programa de Recuperación de Fachadas, en el marco del Plan Microcentro, por considerarla una obra de valor patrimonial que enriquece culturalmente a la ciudad y le brindan un carácter particular y representativo a nivel nacional e internacional.

Antonio Bonet antes de venir a la Argentina trabajó con arquitectos como José Luis Sert y Le Corbusier. También había estado en contacto con el artista chileno surrealista Roberto Mata Echaurren. Esas experiencias e influencias trajo en su valija cuando viajó a Buenos Aires. Por estas latitudes hizo obras como el hotel-confitería Solana del Mar en Punta Ballena, Punta del Este (1949); diseñó los coloridos departamentos aterrazados, Terraza Palace (1963), en Playa Grande, Mar del Plata y formó parte del equipo que formuló el Plan de Buenos Aires (1948) encabezado por Jorge Ferrari Hardoy.

Según cuenta Leston, en los Ateliers para artistas de Suipacha y Paraguay es la primera vez que se materializan los cinco puntos que según Le Corbusier debía cumplir la arquitectura moderna. Bonet, junto a sus socios Vera Barros y López Chas, cumple el punto 1 al usar los pilotis (columnas) en planta baja para permitir una organización diferente a la de los niveles superiores. Y en general para darle lugar a que circulen o estacionen lo autos. Aquí, en los Ateliers, es usado para organizar los locales comerciales que tienen un fantástico frente sinuoso de vidrio curvo que ahora se está recuperando.

El punto 2 es la planta libre, posibilitada por el uso de la estructura de hormigón en forma independiente del cerramiento de la fachada. Antes los gruesos muros de ladrillo eran los encargados de sostener tanto el edificio como de configurar sus frentes. Y ahí viene el 3° y 4° punto, la fachada libre y la ventana alargada posibilitadas porque la pared exterior está liberada de sostener el edificio como era en la arquitectura clásica. Ahora hay una estructura independiente que se encarga de sostener las losas y los entrepisos y la fachada es como en este caso un dispositivo técnico complejo que regula la relación interior – exterior, la ventilación y el asoleamiento de los ambientes. Por caso, los parasoles móviles de chapa y corcho, protagonistas de la esquina, regulan la entrada del sol del Norte y el Oeste a un ambiente de doble altura que en el proyecto original no tenía ni carpintería. Por último, siguiendo el manifiesto corbusierano, los Ateliers tienen terraza-jardín, el 5° punto, ese elemento por el cual Le Corbusier pretendía reponer en la terraza la superficie ocupada en el piso, además de colaborar en el acondicionamiento térmico.

Según la Dirección de Regeneración Urbana, a cargo del arquitecto Juan Vacas, la puesta en valor de las fachadas, se enmarca dentro del “concepto de restauración conservativa”, retirando todos los elementos agregados que no sean originale y restituyendo los que si lo son, siempre basados en en la documentación histórica existente. En la actualidad, los Ateliers están cubiertos de andamios. “Se está trabajando con tratamientos de conservación de la envolvente y en la readecuación morfológica de su planta baja, incluyendo la limpieza integral y consolidación de las fachadas”, dicen desde la Dirección. También repondrán las vidrieras curvas de los locales de planta baja, restaurarán los cerramientos y el parasol convexo central y el edificio volverá a lucir sus colores originales recuperados a través de estudios cromáticos realizados en la obra. “También se instalarán luminarias de leds de alto rendimiento que exaltarán las líneas compositivas de las fachadas”, agregan.

El edificio es, sin duda, una de las joyas arquitectónicas de Buenos Aires y faro de nuestra arquitectura moderna en todo el mundo. Sus habitantes fueron desde el mismo Bonet quien ocupó uno de los departamentos del piso superior a otros arquitectos como Yamil Krauz, Guillermo Mackintosh o Angélica Campi que montaron allí sus estudios. Los departamentos del último piso tienen unos techos realizados con un sistema parecido al de las bóvedas catalanas, una modalidad constructiva arcaica que, como señala Leston, contrasta con los otros elementos usados en la obra, como los ladrillos de vidrio, los vidrios térmicos o las chapas, todos de una resolución técnica avanzada.

Angélica Campi tuvo por mucho tiempo su estudio en el departamento del gran “parasol”. Ella cuenta que según su investigación histórica, detrás del parasol no había carpintería y en realidad esas chapas verticales con corcho adentro no eran parasoles sino un muro móvil que permitía al abrirse y cerrarse protegerse del sol y tomar aire fresco.

En ese lugar, las fotos originales muestran una máquina de remo, como la que usa Frank Underwood en la serie House of Cards para hacer sus ejercicios. En el caso de los Ateliers no fue para ningún presidente, sino para el hombre nuevo, ese que en el pensamiento heroico corbusierano y de Bonet crearía una nueva sociedad… Todo lo contrario al estereotipo del hombre burgués tradicional. Como dice Leston, los Ateliers fueron un shock programático, cultural y artístico en el medio de la tranquila y provinciana Buenos Aires.

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