04.11.2024
28.05.2015
Clarín | Un mar para la ballena azul
El taxista me dijo: “Uhhh, ¿a Sarmiento y el Bajo …? Está imposible, con los preparativos para los festejos del 25 de Mayo y con la inauguración del Centro Cultural Kirchner está todo cortado”. Me bajé en San Juan y Jujuy y tomé el subte H rumbo a Corrientes para hacer combinación con la línea B y de allí a Alem. En el andén de la estación Corrientes, una morocha hacía ejercicios con sus manos al lado de su guitarra todavía enfundada. Se subió al mismo vagón. Estaba casi lleno. Un joven tocaba el órgano y deleitaba a la accidental audiencia con la sonata “Claro de luna” de Beethoven. Cuando finalizó, todo el vagón aplaudió. Y al pasar la gorra tuvo buena recompensa: hasta la morocha que subió conmigo le dio un billete. Alcancé a escuchar que el pianista le dijo: “¿Estás en la misma …? Suerte”. ¡Qué preludio para mi visita al flamante Centro Cultural! Se sumaba al de la noche anterior: casualmente compartí una cena con el especialista acústico Gustavo Basso, quien junto al ingeniero Rafael Sánchez Quintana hizo el diseño acústico del Teatro Colón, la Usina del Arte y de la nueva sala sinfónica del CCK. Me aseguró entusiasmado: “No hay ciudad en el mundo que tenga tres salas de esta calidad dedicadas a la música. ¡Y las tres suenan distinto!”
Según mi registro el nuevo complejo, que nació como Centro Cultural del Bicentenario, fue anunciado públicamente en noviembre de 2004 por el entonces ministro de Economía Roberto Lavagna. Contó que estaba trabajando con Jorge Telerman, vicejefe del Gobierno porteño, para “convertir el edificio del Correo en un gran centro cultural al nivel del Louvre”. Tal vez por eso, habían convocado al estudio de Ieoh Ming Pei, autor de la célebre ampliación del Louvre. El colectivo de arquitectos locales puso el grito en el cielo y reclamó un concurso. El Gobierno volvió sobre sus pasos y fue así que concretó, primero, un llamado para definir el nuevo programa para el edificio; y luego, un certamen internacional para establecer el proyecto. La idea de la arquitecta Rosa Angela Diego fue la elegida. Consistía en convertir al Palacio en un Centro Cultural para las Artes Escénicas con un auditorio de música sinfónica. El segundo puesto fue para la propuesta de Telerman con varios puntos en común con el primero. Luego vino el concurso de anteproyectos que ganó un equipo integrado por los platenses Enrique, Federico y Nicolás Bares y Florencia Schnack (autores del Teatro Argentino de La Plata) y los porteños Daniel Becker y Claudio Ferrari.
La propuesta, hoy casi totalmente materializada, consistió en mantener y restaurar la carcasa del edificio y lo que llaman el área noble, donde entre otras dependencias se encontraba el salón que Evita usó como despacho en 1946. Y vaciar el área industrial donde se hacía el procesamiento de las cartas y colocar allí un objeto que por su forma han llamado “La Ballena Azul”, en cuyo interior ya funciona –y con qué calidad– la sala para la orquesta sinfónica nacional.
Ese gran espacio, una especie de gran jaula de 50 x 50 metros de lado por unos casi 10 pisos de alto, donde se encuentra “la ballena”, fue rebautizado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como “la colmena”, seguramente en referencia al intenso trabajo cultural que aspiran que tendrá ese lugar. El techo de este descomunal espacio está cubierto por unas grandes vigas metálicas de las que cuelga una compleja estructura de vidrio, como si fuera una gran araña de cristal de esas que hay en los grandes salones palaciegos de la antigüedad. A este lugar que aloja salas de exposición también le pusieron un nombre de fantasía: primero “el chandelier” y ahora lo tradujeron como “La Gran Lámpara”. También, en lo que era la antigua cúpula que identificaba al Correo, crearon un mirador público. Hacia un lado, se ve la ciudad vieja con la Casa Rosada; hacia el otro, la ciudad nueva y el bochinche formal de las torres de Puerto Madero. En la propuesta original se reemplazaban las pizarras por vidrio y unos parasoles que por alguna razón desaparecieron. Una ausencia que se hace notar cuando, como el día de mi visita, el calor aprieta.
Cuando Lavagna anunció la refuncionalización del Palacio en 2004, había dicho: “En lugar de llenarlo de oficinas públicas, nos pareció más adecuado recuperarlo como edifico histórico en un gran proyecto urbanístico popular”. Festejemos, el edificio histórico está casi recuperado con una fantástica sala para la música, que interpretada por la Sinfónica Nacional, por Horacio Lavandera o la diosa Elenita Roger, conmociona.
Pero todavía falta programar sus áreas circundantes para integrar el nuevo complejo cultural, tal cual propusieron los ganadores del concurso y ponderó el prestigioso jurado, a un nuevo Parque del Bicentenario que se extienda desde la Plaza Roma hasta la Plaza Juan B. Justo, en un sistema de espacios públicos jalonados por el mismo Centro Cultural Kirchner, la Casa Rosada, el Edificio Libertador y la Aduana. Un parque que diera una visión urbana totalizadora e integradora y donde también podrían convivir las estatuas de Juana Azurduy y la de Cristóbal Colón. Y siguiendo con las metáforas, donde la ballena pueda nadar a sus anchas. w
* Editor general ARQ