04.11.2024
10.06.2015
Fotografía | Horacio Coppola
Si durante el siglo XIX, la fotografía había supeditado sus pretensiones artísticas al modelo de la pintura, después de la Primera Guerra Mundial, se volvió protagonista de las aspiraciones utópicas de la experiencia urbana. La fotografía ya no quedaría adscrita a la reproducción o representación de una realidad dada, sino que lideraría la construcción de una «nueva visión» para una nueva sociedad. Aquella generación de artistas sometió a la experimentación creativa todos los recursos de la cámara (puntos de vista, distancias, encuadres, recortes, iluminación). En ese proceso se constituyó el lenguaje distintivo de la fotografía moderna.
Por su parte Horacio Coppola, formado en la Bauhauss, arribó a la Argentina en 1935 para convertirse, posiblemente, en el mayor retratista de Buenos Aires. Tal vez porque supo retratar la ciudad en el momento en que se hizo definitivamente moderna, en el sentido que ese calificativo tenía en los años 30, cuando irrumpieron los rascacielos, comenzó a ensancharse la Avenida Corrientes, a abrirse la 9 de Julio y se erigió el Obelisco de la Plaza de la República, primer monumento enteramente abstracto ofrecido a los ciudadanos porteños.
Su primer esposa fue la fotógrafa alemana Grete Stern, también de la Bauhaus, que vivió y murió en Argentina.
Aquí compartimos, entonces, parte de su obra, cita ineludible del imaginario visual de nuestra ciudad.
Fotografías tomadas de: El Buenos Aires de Horacio Coppola. Valencia : IVAM, 1996